martes, 23 de agosto de 2011

Piratas de mercadillo

La venta de cds piratas, bolsos, cinturones, relojes y otros objetos falsificados es una conducta tipificada en el código penal. Así, dependiendo del importe al que ascienda la estafa, puede ser una falta o un delito. Y no es por lo horteras que puedan resultar los cinturones Armani, sino porque podrían ser delitos contra la propiedad industrial de los Tous, por ejemplo. O contra la propiedad intelectual en el caso de los cds. Sí, sí, intelectual le digo, aunque sea una copia de un cd de La Húngara.

Personalmente (y que me perdonen los Estopa), no me sabe mal que un grupo de senegaleses frecuente los mercadillos semanales de los municipios intentando ganarse cuatro chavos vendiendo estas baratijas a chonis y canis, pero ahí no sólo empatizo con los subsaharianos, sino también con los currantes que sudan sangre desde muy tempranito montando y desmontando sus paraditas a diario y a los que no creo que les quede demasiado beneficio después de pagar religiosamente lo que cada Ayuntamiento les pida.

Así pues, entiendo que la presencia policial en esos recintos debe ser disuasoria en este aspecto, de manera que cuando el moreno que canta el ‘agua’ observa una patrulla a pie, sus colegas ya han tirado de la manta y ahuecado el ala.

Pero hay cosas que no se pueden permitir. Que un paisa pase de todo te obliga a identificarlo y a proceder como manda la ley. Y es en esas cuando sus hermanos te ven quitarle los gallumbos Calvin Klein de a 3 euros el ‘puñao’ y salen por patas, sin importarles arrollar en su carrera (nadie les persigue), a una mujer mayor y a su marido que han salido a comprar algo de fruta, como todos los martes. Eso sí que no, compañero. Ahora toca hacer sitio a la ambulancia y esperar que no se hayan roto los abuelos ningún hueso.

A todo esto, mientras los africanos gamban mirando hacia atrás, la gente que se divierte y jalea. “Que se te escapa el negro”, nos dicen. “Agente, cómprame una caja de tomates y al que corra, Zas!, tomatazo!”, me suelta un tendero. A los abuelos arrollados no les hace tanta gracia. Después, cuando se acaba el numerito, clientes y tenderos nos dicen que no tenemos vergüenza, que mira que ir a por los pobres morenos, con la de chorizos que hay por ahí, que mira la que hemos liado, que la culpa es nuestra, que los chavales se están ganando la vida…

A mí, de ser tendero en un mercadillo, no me gustaría que alguien vendiera a mi lado sin pagar los impuestos que yo pago. A mí, de ser el hijo de El Fary, no me gustaría que vendieran mis cds piratas. A mí no me gustaría que un grupo de personas que huye de la policía arrollara a mi madre y la mandara al hospital, por leve que fuera la caída.

Indignante.

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